Foto: © Laura Uranga

Nos ha dejado un montañés innovador y que deja un legado trascendental. José Barrabés ha fallecido con 90 años, pero su obra y visión permanecerán para la eternidad. Un claro ejemplo del valor y el regalo que suponen la existencia de seres humanos que son capaces de luchar por los suyos y por su tierra.

Como nos sucedió a muchos montañeros de aquella época, a principios de los 90, en Benasque fue donde empezó todo. El lugar donde encontramos nuestra razón de ser, nuestra referencia como alpinistas. Nuestra estrella polar. Seguro que todos tenemos nuestro Benasque, pero en aquellos años esta localidad fue algo más. El Aneto y sus cumbres eran nuestra madre naturaleza, la que siempre nos acogía y daba vida. Nos sentíamos hijos de estas moles y la tienda Barrabés era nuestro hogar, nuestro campo base.

Siempre recordaré la primera vez que entré asombrado y con un respeto casi religioso en esta catedral del material de montaña. Ahora, en estas fechas tan navideñas, siento una ilusión infantil y me vienen recuerdos de una mágica infancia montañera. Donde con los ojos del alma mirabas atónito y asombrado todo lo que se nos ofrecía ante nuestro corazón ilusionado. Ahí, en 1996, fue donde conseguí mis primeras botas para ir a un ochomil, al Hidden Peak, las manoplas, los monos de altura… Donde acudíamos presurosos a solucionar nuestros problemas y necesidades, seguros que la familia Barrabés nos lo solucionaría: los hornillos y los trineos para nuestras expediciones polares, las botas de altura, las parafinas de los esquís de competición… “Lo imposible lo hacemos al momento; los milagros también, pero tardamos un poquito más.”

Es obvio e incuestionable que en Benasque hay grandes maravillas de la naturaleza, que en este valle puedes soñar con grandes retos y desafíos, pero el mayor de todos los tesoros son sus gentes. Recordar hoy aquellas visionarias conversaciones con José Barrabés, son un auténtico e imperdurable regalo.

Con él descubrí la importancia de las comunicaciones, terrestres y virtuales, en los territorios de montaña; que cada vez que los montañeses han dejado de controlar su territorio han perdido la batalla ante el avance, en ocasiones egoísta e interesado, de las masas urbanitas; que los valles que más se han empobrecido y despoblado han sido aquellos que se han dejado gestionar desde más allá de nuestras montañas; que la innovación y el desarrollo rural no tiene que venir nadie de fuera a enseñárnoslo, porque las hijas e hijos de estas tierras tienen una fuerza y una voluntad que no se adquieren en la comodidad; y que si nos lo creemos y apostamos por ello podemos ser un ejemplo ante el mundo entero.

Fruto del amor entre Pyrene y Hércules se formaron estas mágicas montañas, y la leyenda nos dice que la princesa está enterrada entre el valle de Benasque y el valle de Arán, justo debajo del pico Aneto.

Piedra a piedra, el hijo de Zeus construyó este mausoleo gigante que son los Pirineos. El lugar donde descansan los hijos del Aneto, y desde donde el susurro del viento nos trae sus poesías en patués:

«Cuan s’acaba el estiu encomiensa el agüero. Els días se fan més curtos y las nits més llargas. Las fuellas dels friexes, albás, trémols, faus, nuguers y altros abres, cambian de coló y dimpués se cayen; en yey altros coma les pins, abetos, aréulos que siempre están berts.

Els moixons ya no cantan, las golondrinas s’en ban, pllou y encomensa a fé fret. Els forastés mos dixan, el bestiá baixa de la montaña y la mainada torna a la escuela.»

Y la vida sigue, y su legado también.

Hasta hace no mucho tiempo el valle de Benasque era el valle escondido. Hoy es una referencia mundial, la cuna del pirineísmo y de la innovación. Descanse en paz un montañés pionero, innovador, visionario. Un gran maestro, un hijo de estas sagradas montañas.

Alberto Ayora

Presidente FEDME