Dra. Isabel Carriles: “Dentro de los factores predisponentes al desarrollo de la patología del suelo pélvico se encuentran factores como la edad, embarazos y partos y menopausia”

Nos interesa conocer cómo funciona la recuperación del suelo pélvico tras los embarazos o en la menopausia, sabiendo que hay deportes, como correr, que afectan al mismo. Aunque todos conocemos los beneficios que están asociados con la práctica deportiva, la repercusión que tiene sobre el suelo pélvico está cuestionada (1).

El suelo pélvico consiste en un diafragma formado por músculos y estructurado de tejido conectivo (ligamentos y fascias) que actuando de manera conjunta ofrecen el soporte estructural para los órganos pélvicos y actúan evitando las pérdidas de orina/heces y la protrusión de órganos pélvicos o prolapso (2).

Dentro de los factores predisponentes al desarrollo de la patología del suelo pélvico se encuentran factores como la edad, embarazos, partos y menopausia. El ejercicio de impacto y aquellas actividades que aumentan la presión intraabdominal son considerados factores de riesgo para el desarrollo de patología del suelo pélvico sobre todo incontinencia urinaria de esfuerzo y disfunción sexual (3). 

Las disfunciones de suelo pélvico constituyen un problema de salud pública con una prevalencia de entre una de cada 3 y una de cada 4 mujeres, ocasionando síntomas como la incontinencia urinaria de esfuerzo, incontinencia anal, dolor pélvico, prolapso de órganos pélvicos o disfunción sexual. En poblaciones seleccionadas como mujeres atletas la prevalencia de incontinencia urinaria de esfuerzo está entre el 15-73% (4-6).

Dentro de los factores predisponentes al desarrollo de la patología del suelo pélvico se encuentran factores como la edad, embarazos y partos y menopausia. El ejercicio de impacto y aquellas actividades que aumentan la presión intraabdominal son considerados factores de riesgo para el desarrollo de patología del suelo pélvico sobre todo incontinencia urinaria de esfuerzo y disfunción sexual.

Algunos autores han observado que hay una relación dosis dependiente entre la intensidad/frecuencia de la actividad y la presencia de síntomas, así Da roza y colegas encontraron que aquellas mujeres sometidas a mayor ejercicio presentaban una prevalencia mayor de síntomas (7-8).

Hay estudios observacionales que afirman que, de media, el 36% de las mujeres atletas desarrollan incontinencia urinaria de esfuerzo (entre 19-75% dependiendo del tipo de actividad), siendo los valores de hasta el 60% en mujeres maratonianas. 

Respecto al prolapso de órganos pélvicos un 12% de las corredoras refiere tener síntomas de prolapso y un 34% refieren tener incontinencia anal (para sólidos, líquidos o gases) y entre el 30-50% refieren algún tipo de disfunción sexual. Es por esto por lo que las mujeres que llevan a cabo ejercicios de impacto se consideran un grupo de riesgo. Como consecuencia muchas de estas mujeres se ven obligadas a disminuir su actividad física con la alteración en la calidad de vida que ello supone.

Según el estudio desarrollado por Forner L (9) al comparar un grupo de mujeres que corrían vs mujeres que habitualmente practicaban crossfit se vio que las mujeres corredoras con antecedente de partos vaginales tenían mayor riesgo de desarrollar disfunciones de suelo pélvico. En mujeres nulíparas no se observó esta diferencia entre ambos grupos.

Cuando se trata de actividad física de mediana-moderada intensidad (caminar) parece que el riesgo de incontinencia urinaria disminuye (10).

Parecería razonable pensar que el ejercicio físico intenso, de la misma manera que fortalece la musculatura de todo el cuerpo, también lo hace sobre la musculatura del suelo pélvico, sin embargo, estudios que analizaron este dato no encontraron diferencias significativas en la fuerza de la musculatura pélvica entre mujeres atletas y mujeres sedentarias (11).

Por todo esto parece razonable identificar factores de riesgo modificables sobre los que poder realizar una intervención. Los programas de entrenamiento de la musculatura del suelo pélvico han demostrado ser eficaces en reducir la sintomatología asociada a la disfunción de dicha musculatura, como la incontinencia urinaria o el prolapso de órganos pélvicos y por tanto se consideran como la primera línea de tratamiento en mujeres con disfunción de suelo pélvico. La efectividad de estos mejora cuando son dirigidos por personal cualificado como fisioterapeutas (12).

Dado que el ejercicio de impacto supone un factor de riesgo para el desarrollo de patología de suelo pélvico las deportistas se beneficiarían de realizar estos programas a fin de prevenir los síntomas (13).

Existen dispositivos como pesarios o tampones vaginales que ayudan a prevenir las fugas durante el ejercicio y que también deberían de ser considerados por los atletas a fin de disminuir el impacto que la incontinencia tiene sobre su calidad de vida. Con los datos disponibles no se debería recomendar a las mujeres que cesaran su actividad física sino aportarles información para que eligieran el tipo de deporte practicado teniendo en cuenta los factores de riesgo individuales (10).

Así mismo recomendar el entrenamiento de la musculatura de suelo pélvico como al resto de población femenina. Se debería también concienciar a los entrenadores ya que podrían mejorar la evolución de estas disfunciones (14-16).

Dra. Isabel Carriles
Especialista en Ginecología y Obstetricia
Clínica Universidad de Navarra

Referencias:

1. Bø K, Nygaard IE. Is Physical Activity Good or Bad for the Female Pelvic Floor? A Narrative Review. Sports Med. 2020 Mar;50(3):471-484.

2. Bump RC, Norton PA. Epidemiology and natural history of pelvic floor dysfunction. Obstet Gynecol Clin N Am. 1998;25(4):723–46.)

3. Teixeira RV, Colla C, Sbruzzi G, Mallmann A, Paiva LL. Prevalence of urinary incontinence in female athletes: a systematic review with meta-analysis. Int Urogynecol J. 2018;29(12):1717– 25.)

4. Nygaard IE, Thompson FL, Svengalis SL, et al. Urinary incontinence in elite nulliparous athletes. Obstet. Gynecol. 1994, 84:183Y7

5. Arau ́jo MP, Oliveira Ed, Zucchi EV, et al. The relationship between urinary incontinence and eating disorders in female long-distance runners. Rev. Assoc. Med. Bras. (1992). 2008, 54:146Y9

6. Eliasson K, Larsson T, Mattsson E. Prevalence of stress incontinence in nulliparous elite trampolinists. Scand. J. Med. Sci. Sports. 2002; 12:106Y10

7. Da Roza T, Branda ̃o S, Mascarenhas T, et al. Urinary incontinence and levels of regular physical exercise in young women. Int. J. Sports Med. 2015; 36:776Y80

8. de Mattos Lourenco TR, Matsuoka PK, Baracat EC, Haddad JM. Urinary incontinence in female athletes: a systematic review. Int Urogynecol J. 2018 Dec;29(12):1757-1763

9. Forner L, Beckman E, Smith M.Do women runners report more pelvic floor symptoms than women in CrossFit®? A cross-sectional survey. Int Urogynecol J (2021) 32:295–302

10. Bø K, Nygaard IE. Is Physical Activity Good or Bad for the Female Pelvic Floor? A Narrative Review. Sports Med. 2020 Mar;50(3):471-484

11. Ludviksdottir I, Hardardottir H, Sigurdardottir T, Ulfarsson GF. [Comparison of pelvic floor muscle strength in competition-level athletes and untrained women]. Laeknabladid. 2018 Mars;104(3):133-138. Icelandic.

12. Dumoulin C, Cacciari LP, Hay-Smith EJC. Pelvic floor muscle training versus no treatment, or inactive control treatments, for urinary incontinence in women. Cochrane Database Syst Rev. 2018;10(10):CD005654

13. Bø, K. Urinary Incontinence, Pelvic Floor Dysfunction, Exercise and Sport. Sports Med 34, 451–464 (2004).

14. Bø K, Artal R, Barakat R, Brown W, Dooley M, Evenson KR, et al. Exercise and pregnancy in recreational and elite athletes: 2016 evidence summary from the IOC expert group meeting, Lausanne. Part 2—The effect of exercise on the fetus, labour and birth. Br J Sports Med. 2016;50(21):1297–305.

15. Nygaard IE, Thompson FL, Svengalis SL, Albright JP. Urinary incontinence in elite nulliparous athletes. Obstet Gynecol. 1994;84(2):183–7.

16. Thyssen HH, Clevin L, Olesen S, Lose G. Urinary incontinence in elite female athletes and dancers. Int Urogynecol J Pelvic Floor Dysfunct. 2002;13(1):15–7].

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