“El verdadero amor por las montañas es indisociable de la conservación del medio ambiente, del respeto a los paisajes”
¿Quién es Rafael Cebrián Gimeno?
El pasado mes de marzo cumplí 90 años. En el año 1948 ingresé con 14 años en el CENTRO EXCURSIONISTA DE VALENCIA, desde entonces, mis sentimientos están unidos a las montañas de forma idealizada, como escuela de vida. Un compromiso permanente con la conservación de los paisajes que de forma activa he vivido y que, por razones de edad, ya no los puedo disfrutar físicamente, pero que siguen con fuerza presentes en mi día a día.
En este sentido, he publicado 23 libros relacionados con la divulgación del montañismo, de itinerarios deportivos, de excursionismo cultural sobre el patrimonio natural y humano de la Comunidad Valenciana. Sigo escribiendo y colaborando bajo un punto de observación, naturalmente distanciado de la actividad física y compartiendo vida social en la entidad Sociedad Excursionista de Valencia, donde recibo uno de los mayores valores de la montaña: la amistad duradera y afectiva.
He tenido la suerte de vivir intensamente las montañas de mi tierra, de los macizos españoles; alta montaña y en las grandes cordilleras en América, África, Himalaya. Naturalmente, han quedado ilusiones y sueños incumplidos, pero la mirada al pasado me dice que he sido afortunado en mi vocación que
me ha proporcionado felices momentos y una vida social plena, dentro del excursionismo asociativo: he sido directivo y presidente del CEV (año 1976). Todo este mundo absorbente y fascinante de la montaña, lo he compartido en gran manera y con completa identidad de criterios, con mi mujer, Palmira Calvo. Tenemos tres hijos, dos chicos y una chica que nos dan un gran afecto y ayuda.
¿Cómo te aficionaste a la montaña?
Gracias a mi hermano, seis años mayor que yo que me llevó de la mano en mis primeros pasos y con el que ingresé en el Centro Excursionista. Mi padre influyó en el respeto y veneración por la naturaleza: maestro nacional (formado en la República, entusiasta de Rousseau), en los difíciles años 40 del siglo pasado, llevó la escuela de un pueblecito del interior valenciano (Sellent), a los niños nos sacaba al campo, nos enseñaba los minerales y otras sorpresas del medio natural.
Procuraba tener a los niños al aire libre, con la natural alegría de todos. Ya en mi adolescencia, maduré sus enseñanzas y la temprana vocación por la naturaleza que se consolidó en el Centro Excursionista con las actividades de montaña en todas sus facetas.
¿En qué medida ha marcado la montaña tu vida?
La ha marcado como una actitud y una forma de vida, por todo el profundo significado que tiene estar cara a la montaña y, como toda la suerte de emociones y reflexiones que suscita, trasladas al día a día, y compartidas socialmente, me han proporcionado positivos sentimiento y afectos. Siempre he defendido la base social de montañismo/excursionismo asociativo con el factor humano, la convivencia y el intercambio cultural y emocional. Intelectualmente, escribir, promover actividades formativas, defensa del medio ambiente…una suma de intervenciones, más o menos bien logradas, pero que te dan sentido
personal y justifican toda una vida.
¿Qué montaña o experiencia recuerdas con mayor alegría?
Son muchos los recuerdos que se han fijado en mi memoria. Se puede decir que cada nueva experiencia montañera añade alegrías y recuerdos positivos (también los hay negativos…y amargos). Hay, no obstante, un recuerdo especial: en el año 1975 fuimos un grupo al Kilimanjaro, una ascensión sin
dificultad, pero que suponía un primer encuentro con la altura de sus cercanos 6000 metros.
Afrontábamos el reto de la altura, más allá del Mont Blanc ascendido, acariciando el proyecto de ir a las grandes cordilleras. Desde Nairobi y camino hacia Tanzania, la inmensa y fascinante cúpula de la montaña, ocupaba el horizonte. Después hubo encuentro con bellos paisajes orográficos, pero aquella imagen se me fijó en los recuerdos, como un ensueño hecho realidad.
Cuéntanos una anécdota significativa en la montaña
No sabría que anécdota destacar, son muchos años y de todo le sucede a uno cuando tiene la suerte de llegar a mi edad y reunir recuerdos de campo y de sociedad, de actividad física y social. Si me voy a referir no una anécdota, pero si a un reciente acontecimiento que he estimado mucho: el pasado dos de diciembre, recibí de la Federación en Madrid, PREMIO MEDIO AMBIENTE. Lo estimo mucho, es lo mejor que yo puedo recibir en estos momentos.
¿Algún consejo para las nuevas generaciones?
El verdadero amor por las montañas es indisociable de la conservación del medio ambiente, del respeto a los paisajes. Hoy, más que nunca, con el cambio climático y sus dramáticas consecuencias, que ya son una realidad, el compromiso con la protección de la naturaleza debe de presidir todas nuestras actuaciones. La educación en este sentido resulta primordial: con el conocimiento del patrimonio natural y su valoración, se estima y se respeta, sentimiento que se convierte en la mejor salvaguarda de su conservación. La afluencia ciudadana a los espacios naturales ha crecido de forma espectacular,
por lo que hace más apremiante las medidas de conservación, antes de llegar al deterioro medioambiental irreversible.
En otro sentido, yo le concedo mucha importancia a la base social que generan las entidades y clubs de montaña, al compartir en la ciudad las inquietudes de la montaña y excursionismo cultural, y dar solidez a una estructura social con la amistad, la relación personal y la participación de grupo en las actividades. Al mismo tiempo favorece el cambio generacional en las directivas. Me parece advertir que las sociedades no han crecido proporcionalmente al elevado número de ciudadanos que sale al monte. Soy consciente de los cambios habidos en las últimas décadas y la comunicación a través de las redes sociales, han generado comportamiento muy importantes y distintos a los de mi generación. Las sociedades en mi juventud, acogedoras por su naturaleza, impartían la pedagogía de las montañas en todas sus vertientes. En muchos sentidos, motivaban.
Este es un tema a matizar y una reflexión. Las nuevas generaciones deben valorar que, lo que en la actualidad tienen, es gracias al esfuerzo de las generaciones pioneras que les precedieron en condiciones muy adversas. Esta realidad requiere la voluntad de tener una comunicación de viejos con jóvenes,
intercambio que puede beneficiar por igual a ambos sectores.
¿Un lema o frase que te mueva en la vida?
“El camino de la montaña, como el de la vida, no se recorre solo con las piernas sino también con el corazón”. La frase no es mía, he perdido la referencia de su autor. Del alpinista Kurt Diemberger, “Las montañas se suben primero con el piolet, después con la pluma” y la memorable definición del alpinismo por Lionel Terray, “Los conquistadores de lo inútil”. Frases que encierran principios y que, al paso del tiempo, afirman su valor como base personal. Y, cerrando este recurso a las frases pensamiento que tienen la virtud en muy pocas palabras de sintetizar sentimientos profundos y duraderos, el proverbio tibetano: “Quien ha escuchado alguna vez la voz de las montañas, no podrá olvidarla jamás”