La montaña ha sido, es y será mi vida. Las circunstancias irán modificando mis actividades en ella, pero nunca dejará de formar parte de mí, porque es donde me siento viva.

Nunca olvidaré la primera vez que oí decir al médico “Leucemia”.  Un torbellino de emociones recorrió mi cuerpo, le miré a mi pareja Ander y sonreí. Sonreí, porque después de mucho tiempo buscando la causa de los problemas físicos que no me dejaban disfrutar de la montaña al máximo, habíamos descubierto qué me ocurría.  Pocos segundos o minutos después llegaron las dudas, incertidumbres, miedos, preocupaciones… y baterías de preguntas en todas las direcciones.

Desde el primer momento tuve muy claro que nada iba a privarme de ir a la montaña porque esa era mi vida.  Además, en aquellos años, las competiciones en carreras de montaña formaban parte de mi vida de manera importante y aunque sabía que el tratamiento y la enfermedad no me permitirían rendir al 100%, decidí seguir compitiendo porque con ello conseguiría sentirme fuerte.

Fue una manera de plantar cara a la enfermedad con poderío y valor.  No iba a dejar que la Leucemia tomara la iniciativa y decidiera qué podía o no podía hacer, mi cuerpo y mi mente marcarían las reglas.

Ha sido una lucha ante la adversidad, en mi opinión, la vida es eso, una lucha constante para conseguir eso que llamamos felicidad. Si dejas de luchar muy probablemente perderás la batalla.  No hay tiempo para lamentaciones, no hay tiempo para buscar respuestas que no cambiarán nada, no hay tiempo para compadecerse, porque el tiempo pasa y la vida se acaba. 

Las analíticas eran constantes y Ander siempre me acompañaba en las citas para recibir los resultados. Nada importaba qué pusiera en nuestras agendas, en esos ratos el mundo se detenía. Hubo momentos críticos, pero en la mayoría de las ocasiones, los resultados fueron favorables. Entonces salíamos de la consulta de hematología y nos íbamos a nuestra cafetería favorita a recordar y agradecer las cosas importantes de la vida.

Cuando todo se estabilizó, muchas ilusiones/proyectos volvieron a coger fuerza.  Ander en todo momento fue mi pilar y apoyo incondicional, con él pude participar en grandes competiciones como La Pierra Menta Ete o la Sky Maratón Monte Rosa. Además conseguimos culminar retos personales como alcanzar la cima del Mont Blanc saliendo desde Chamonix y regresando al punto de inicio en modo Non-Stop. Lo recuerdo como si fuera ayer. Comiendo un helado y sentados al calor de la tarde podíamos ver el Mont Blanc e intentábamos adivinar el recorrido que acabábamos de realizar. Estaba físicamente agotada pero mi interior estaba eufórico como lo estaba cada vez recibía buenas noticias sentada en la consulta de hematología.

El Anillo de Picos de Europa fue otro proyecto personal que tuvo que esperar a que el tratamiento consiguiera mejorar mi estado físico. Realizar este recorrido en poco más de 26h supuso sentir definitivamente que había ganado la batalla.  Pero simplemente ha sido eso, una batalla ganada. La guerra sigue, porque la vida, por suerte, sigue.

La montaña ha sido, es y será mi vida. Las circunstancias irán modificando mis actividades en ella, pero nunca dejará de formar parte de mí porque es donde me siento viva. Andando, corriendo, en bici o con esquís, pero sentirme parte de la naturaleza, oír, oler, respirar…  entre montañas, hace que tenga ganas de seguir luchando.

Espero y deseo con todas mis fuerzas que estas palabras puedan servir de aliento o motivación para cualquier persona que esté luchando en una difícil batalla. ¡Ojalá la montaña pueda aportarte lo mismo o más que a mí!

Sonia Regueiro
Montañera y superviviente de cáncer